EN
LA QUE SE CUENTA EL CASO CLÍNICO DE UN MINÚSCULO PERSONAJE QUE
TIENE AL PAÍS EN VENTA Y EN GUERRA, CON CIUDADANOS Y TODO, Y EL
BRUSCO DESPERTAR DE ESTOS,
EN
ESTOS DÍAS.
Ha
devenido en creer,
en
paranoica vigilia,
que
es nuestro Pater
familias,
ahí
donde usted lo ve.
Al
igual que Pinochet
busca
en su propio reflejo
las
señales que el espejo
le
brinda a su esquizofrenia,
otorgándole
la venia
para
estrujar el hollejo.
Quiere
ser el general
después
de cada combate;
el
cuesco del aguacate,
el
muerto del funeral.
En
la pila bautismal,
el
oficiante y el crío;
el
árbitro del partido,
el
dueño de la pelota
y
el jefe de la patota
que
ya nos tiene aburridos.
Primero
dice: “es la guerra”:
—balas,
muertes, violación—,
y
después pide perdón
de
los dientes para afuera.
Doscientos
hay con ceguera,
más
de seis mil detenciones,
muertos,
desapariciones,
junto
a millares de heridos,
y
en su limbo, conmovido,
llora
micros y estaciones.
Hoy
se empeña en dilatar
la
demanda ciudadana:
“ya
no es hoy, será mañana
lo
que haya que cambiar”.
La
Asamblea popular
reclama:
“¡Constituyente!”
pues
ya no son suficientes
las
medidas transitorias.
Sus
monsergas dilatorias
ya
no engañan a la gente.
Marcha,
Chile, sin permiso
por
estrechas alamedas;
ya
no vale el toque’e queda
ni
la Guerra del Petiso.
Ante
un sistema remiso
el
pueblo ha entrado en acción:
por
Nueva Constitución
avanza
ya sin regreso,
advirtiéndole
al Congreso:
“se
acabó la diversión”.
Sale
Pedro por su casa
a
corregir su destino,
y
llena, con sus vecinos,
calles,
veredas y plazas.
¡Todito
el país emplaza
al
sistema corrompido!
Sin
dirección ni partido,
exige,
por intuición,
la
Nueva Constitución
del
Paraíso perdido.
No
renuncie, no se vaya,
permanezca
en su sillón,
porque
nuestra población
quiere
cobrarle sus yayas.
Le
ganamos la batalla,
las
armas no hicieron falta;
en
la justicia se enmarca
lo
que exige esta nación,
la
que hoy canta con fruición:
“Chile
no es el Banco’e Talca”.
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