La Lira Popular Virtual de Jorge Lillo Valenzuela.






EN LA QUE SE CUENTA EL CASO CLÍNICO DE UN MINÚSCULO PERSONAJE QUE TIENE AL PAÍS EN VENTA Y EN GUERRA, CON CIUDADANOS Y TODO, Y EL BRUSCO DESPERTAR DE ESTOS,
EN ESTOS DÍAS.

Ha devenido en creer,
en paranoica vigilia,
que es nuestro Pater familias,
ahí donde usted lo ve.
Al igual que Pinochet
busca en su propio reflejo
las señales que el espejo
le brinda a su esquizofrenia,
otorgándole la venia
para estrujar el hollejo.

Quiere ser el general
después de cada combate;
el cuesco del aguacate,
el muerto del funeral.
En la pila bautismal,
el oficiante y el crío;
el árbitro del partido,
el dueño de la pelota
y el jefe de la patota
que ya nos tiene aburridos.

Primero dice: “es la guerra”:
balas, muertes, violación—,
y después pide perdón
de los dientes para afuera.
Doscientos hay con ceguera,
más de seis mil detenciones,
muertos, desapariciones,
junto a millares de heridos,
y en su limbo, conmovido,
llora micros y estaciones.

Hoy se empeña en dilatar
la demanda ciudadana:
ya no es hoy, será mañana
lo que haya que cambiar”.
La Asamblea popular
reclama: “¡Constituyente!”
pues ya no son suficientes
las medidas transitorias.
Sus monsergas dilatorias
ya no engañan a la gente.

Marcha, Chile, sin permiso
por estrechas alamedas;
ya no vale el toque’e queda
ni la Guerra del Petiso.
Ante un sistema remiso
el pueblo ha entrado en acción:
por Nueva Constitución
avanza ya sin regreso,
advirtiéndole al Congreso:
se acabó la diversión”.

Sale Pedro por su casa
a corregir su destino,
y llena, con sus vecinos,
calles, veredas y plazas.
¡Todito el país emplaza
al sistema corrompido!
Sin dirección ni partido,
exige, por intuición,
la Nueva Constitución
del Paraíso perdido.

No renuncie, no se vaya,
permanezca en su sillón,
porque nuestra población
quiere cobrarle sus yayas.
Le ganamos la batalla,
las armas no hicieron falta;
en la justicia se enmarca
lo que exige esta nación,
la que hoy canta con fruición:
Chile no es el Banco’e Talca”.


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